En la revista británica The Economist apareció un artículo titulado “Covid-19 has damaged the reputation of Cuban health care”. El trabajo reconoce un grupo de indicadores positivos cubanos, entre ellos, que en la actualidad 89 % de la población esté inmunizada con vacunas propias, con tasas de eficacia superiores a 92,4 %. Como elementos negativos, aluden a la mala situación económica del país, el desabastecimiento de alimentos, el mal manejo del presupuesto, errores cometidos en el diseño y aplicación de medidas organizativas y de gestión en el afrontamiento a la pandemia y consideran que, según su tamaño, Cuba tuvo una de las cifras más elevadas de los costos de la pandemia en muertes o sobremortalidad por COVID-19. El consejo editorial de The Economist se pregunta, qué hicimos mal. El autor de este texto intenta, desde sus conocimientos, responder a esa interrogante. Ciertamente existió un exceso de mortalidad directa a causa de la COVID-19, pero este exceso se focalizó en el año 2021, en el que coincidieron situaciones adversas: entrada de la variante Delta, número insuficiente aún de población vacunada, limitación en suministros de oxígeno y de medicamentos; se analiza, además, si en los enfermos fallecidos durante la pandemia, aún con PCR positivos, la muerte fue “por COVID” o “con COVID”. El autor expresa su desacuerdo en que la COVID-19 dañara la reputación del sistema de salud cubano, aunque algunos factores limitaron sus posibilidades reales. Se acumulan experiencias para nuevas reflexiones a partir de este desastre sanitario que afectó a todos.